Mientras andábamos por el borde del muelle, iba yo aparentemente tranquilo. Pero cavilando todo el tiempo: así que Georgi seria ahora el general, dictando lo que teníamos que hacer o no hacer, y Dim su perro faldero de sonrisa boba. Pero de repente caí en la cuenta que el pensar es para los atristos y que los ominosos cuentan con la inspiración y con lo que el Deñor manda. Porque ahora venia en mi ayuda una música deliciosa, había una ventana abierta, con un tocadiscos en marcha, y en seguida videé el camino a seguir…
jueves, 9 de diciembre de 2010
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